Santa Sor Faustina
Ella es el “regalo de Dios
para nuestros tiempos”, gran mística, maestra de la vida espiritual, y el
profeta quien nos recuerda la verdad bíblica del amor misericordioso de Dios a
cada hombre, e insta al mundo proclamarla a través del testimonio de la vida,
de hechos, palabra y oración.
Ron, ¿quién intercedió por ti?
El testimonio del padre Ronald Pytel
El 16 de noviembre de
1999, los médicos invitados por la Congregación de la Causa de los Santos
aprobaron por mayoría de votos que la inmediata curación de mi muy deteriorado
ventrículo izquierdo era inexplicable para la medicina. El 9 de diciembre una
comisión vaticana de teólogos confirmó que era un milagro atribuido a la
intercesión de la beata Sor Faustina Kowalska. Más tarde se reunió una comisión
de cardenales y el 20 de diciembre, en presencia del Santo Padre Juan Pablo II,
fue promulgado el decreto sobre el milagro.
Me llamo Ronald Pytel, soy
de origen polaco, mis abuelos nacieron en Polonia. Soy párroco de la iglesia de
la Virgen del Rosario en Baltimore, Maryland, Estados Unidos. Nuestra parroquia
es el santuario diocesano de la Divina Misericordia. Tuve mi primer contacto
con la Divina Misericordia cuando era joven, en la escuela primaria donde
estaba la imagen de Cristo con la inscripción: Jesús, en ti confío. Hace 26 años
me ordené sacerdote y con el tiempo me sumé a la obra del culto a la Divina
Misericordia. Desde la beatificación de Sor Faustina, cada segundo domingo del
mes en nuestra iglesia se celebran solemnes oficios en honor de la Divina
Misericordia en inglés y cada tercer domingo del mesen el idioma polaco.
Además, cada jueves es rezada la incesante novena a la Divina Misericordia.
Nuestra parroquia propaga el culto a la Divina Misericordia a través de los
ejercicios espirituales, conferencias y peregrinaciones. De ahí que cuando me
puse enfermo mis ruegos y los de los parroquianos eran didirgidos a la Divina
Misericordia por intercesión de la beata Sor Faustina.
Enfermé en 1995. Me sentí
mal durante el invierno y la primavera. Los síntomas de la enfermedad eran
similares a los de un resfriado y alergia y después, de una bronquitis. Al
subir al primer piso no podía cobrar aliento y tosía continuamente. Fui al
médico que confirmó el diagnóstico: bronquitis alérgica. Durante la misma visita
el médico hizo constar que los murmullos del corazón que tenía desde pequeño se
habían hecho más fuertes y me envió a hacer un test Doppler, ecocardiograma que
mostró una estrechez de la válvula aórtica causada por depósitos de calcio y
solamente el 20% de sangre podía fluir por ella. Padecía la insuficiencia
cardíaca.
El 8 de junio de 1995 tuve
una cita urgente con el doctor Nicholas Fortuin, conocido cardiólogo que
trabajaba en el famoso hospital Johns Hopkins en Baltimore. Al estudiar mi
ecocardiograma, confirmó el diagnóstico de la estrechez de la válvula aórtica.
Me recetó medicamentos y mandó guardar cama hasta el día de la operación en
Johns Hopkins Hospital, fijada para el 14 de junio de 1995. De camino a casa,
mi mejor amigo, el padre Larry Gesy dijo: No te preocupes Ron, todo esto tiene
alguna relación con la misericordia Divina. Aunque no me agradaba la idea de la
próxima operación, en mi corazón reinaba paz. Leía el Diario de Sor Faustina,
cada día oraba con las palabras de la Coronilla a la Divina Misericordia.
Después de la operación,
el cirujano doctor Peter Green dijo al padre Larry Gesy que mi corazón estaba
dañado a causa de la estrechez de la válvula que no permitía el libre flujo de
sangre. Si no hubiera tenido la operación, mi vida se hubiera visto amenazada.
Después del siguiente examen, el doctor N. Fortuin le dijo que no podía prever
como sería mi vida en adelante, pero estaba seguro de que no podría vivir
normalmente. Constató con seria preocupación que nadie me daba garantía de vida,
de una vida larga. Su diagnóstico no era muy optimista. El ventrículo izquierdo
se veía muy deteriorado. Mi Amigo me lo daba a conocer poco a poco.
El 5 de octubre de 1995,
durante todo el día celebramos el oficio delante del expuesto Santísimo Sacramento.
Rezamos la Coronilla a la Divina Misericordia, el rosario y otras oraciones. El
día terminó con la santa Misa. Así nos preparábamos a la visita del Santo Padre
a Baltimore, el 8 de octubre de 1995. Presidí la santa Misa. Durante la homilía
hablé sobre la confianza en Dios y sobre cómo Dios me tocaba con su
misericordia. Aquella tarde un grupo de personas oraba por mi sanación.
Imploraban la intercesión de la beata Sor Faustina y yo veneré sus reliquias.
Durante la oración yo descansaba en el Espíritu Santo. Estuve echado en el
suelo cerca de 15 minutos. Estaba totalmente consciente pero no podía moverme.
Me sentía como una persona paralizada cuando mis parroquianos oraban encima y
alrededor de mí.
En altas horas de la tarde
me di cuenta de que me había olvidado tomar el medicamento. Lo tomé cerca de
medianoche y me estaba preparando para acostarme. En aquel momento, al tomar un
respiro profundo sentí un dolor cerca del corazón. Hasta aquel momento nunca
había tenido tal dolor, me dolía solamente la cicatriz de después de la
operación. Era algo nuevo, algo desconocido. Pensé que era el efecto de la
actividad excesiva durante el día. Después de algún tiempo me di cuenta de que
el dolor aumentaba tras tomar el medicamento. Al día siguiente no tomé la medicina
y el dolor no apareció.
Llamé al doctor Fortuin
para hablarle del problema. Yo sentía que el medicamento para el corazón
originaba el dolor. El doctor Fortuin dijo que era el mejor medicamento para mi
enfermedad y que durante dos meses mi organismo lo había tolerado sin efectos
secundarios. Sin embargo, vista la reacción de mi organismo, me recomendó tomar
un día la mitad de la dosis y al día siguiente la dosis entera,
alternativamente, y llamarle una semana después. Cuando tomaba la mitad de la
dosis me sentía mejor. El dolor de cabeza era menos intenso y se pasaba más
rápido. Llamé al doctor Fortuin para informarle de mi observación. Me dijo que
siguiera tomando la mitad de la dosis de la medicina hasta la visita que iba a
tener 9 días más tarde.
El 9 de noviembre fui al
doctor Fortuin. Después del examen inicial, me hicieron ecocardiograma. El
médico miró los resultados del test y me invitó a su despacho. Me contemplaba
en silencio durante un tiempo que me parecía una eternidad y por fin dijo: Ron,
alquien intercedió por ti. Pregunté: ¿Qué quiere decir esto? Él contestó: Tu
corazón está sano. Pregunté asombrado: ¿Qué? Y él repitió: Tu corazón está
sano. Le dije: El doctor Green sugirió repetir el ecocardiograma para ver si el
ventrículo izquierdo se ha fortalecido. Y el doctor Fortuin replicó: No, no …
estamos hablando de un corazón totalmente normal. Yo no era muy optimista en
cuanto tu estado de salud. No sé explicar lo que ha pasado. Y continuó: No
tienes ninguna limitación, no debes tomar ningún medicamento. Nos volveremos a
ver dentro de un año, durante la próxima visita de control. Le pregunté
asombrado: ¿Dentro de un año? Contestó: Sí, dentro de un año.Tu corazón está
completamente sano. Al salir del médico llamé al padre Larry Gesy y le dije lo
que había oído del doctor Fortuin. Contestó: Es el milagro que pedíamos.
En noviembre de 1996 fue
convocada una comisión oficial en la archidiócesis de Baltimore para examinar
las opiniones juradas de los médicos y declaraciones de testigos que hablaron
de los cambios en mi estado de salud. Una vez terminado el proceso diocesano,
vino el padre Serafín Michalenko, vicepostulador de la causa de Sor Faustina en
los Estados Unidos y de Baltimore Tribunal recogió los documentos sellados que
en diciembre de 1996 llevamos a Roma. Los documentos comprendían más de 800
páginas de registros médicos y cerca de 500 páginas de material jurado.
Sé que la beata Sor
Faustina intercedió por mí ante Jesús y que Su amor me tocó y me sanó. Así de
fácil.
Reimpreso de: “El Mensaje
de la Misericordia”, 34 (2000), p. 6-7
Traducción
al español – Ewa Bylicka
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