ON-LINE SANTUARIO DE LA DIVINA MISERICORDIA

domingo, 29 de diciembre de 2019

ORACIÓN POR LA IGLESIA Y LOS SACERDOTES




ORACIÓN POR LA SANTA IGLESIA
 Y LOS SACERDOTES

Oh Jesús mío, te ruego por toda la Iglesia: concédele el amor y la luz de tu Espíritu y da poder a las palabras de los sacerdotes para que los corazones endurecidos se ablanden y vuelvan a ti, Señor. Señor, danos sacerdotes santos; Tú mismo consérvalos en la santidad.

Oh Divino y Sumo Sacerdote, que el poder de tu misericordia los acompañe en todas partes y los proteja de las trampas y asechanzas del demonio, que están siendo tendidas incesantemente para las almas de los sacerdotes. Que el poder de tu misericordia, oh Señor, destruya y haga fracasar lo que pueda empañar la santidad de los sacerdotes, ya que tú lo puedes todo.

Oh mi amadísimo Jesús, te ruego por el triunfo de la Iglesia, por la bendición para el Santo Padre y todo el clero, por la gracia de la conversión de los pecadores empedernidos. Te pido, Jesús, una bendición especial y luz para los sacerdotes, ante los cuales me confesaré durante toda mi vida.
(Santa Faustina Kowalska)

viernes, 27 de diciembre de 2019

OH MARÍA, VIRGEN INMACULADA




OH MARÍA, VIRGEN INMACULADA

Oh María, Virgen Inmaculada,
Puro cristal para mi corazón,
Tú eres mi fuerza, oh ancla poderosa,
Tú eres el escudo y la defensa para el corazón débil.

Oh María, Tú eres pura e incomparable,
Virgen y Madre a la vez,
Tú eres bella como el sol, sin mancha alguna,
Nada se puede comparar con la imagen de Tu alma.

Tu belleza encantó el ojo del tres veces Santo,
Y bajó del cielo, abandonando el trono de la sede eterna,
Y tomó el cuerpo y la sangre de Tu Corazón,
Durante nueve meses escondiéndose en el Corazón de la Virgen.

Oh Madre, Virgen, nadie comprenderá,
Que el inmenso Dios se hace hombre,
Sólo por amor y por su insondable misericordia,
A través de Ti, oh Madre, viviremos con Él eternamente.

Oh María, Virgen Madre y Puerta Celestial,
A través de Ti nos ha llegado la salvación,
Todas las gracias brotan para nosotros
A través de Tus manos,
Y me santificará solamente un fiel seguimiento de Ti.

Oh María, Virgen, Azucena más bella,
Tu Corazón fue el primer tabernáculo para Jesús en la tierra,
Y eso porque Tu humildad fue la más profunda,
Y por eso fuiste elevada por encima de los coros de los ángeles y de los santos.

Oh María, dulce Madre mía,
Te entrego el alma, el cuerpo y mi pobre corazón,
Sé [tú] la custodia de mi vida,
Y especialmente en la hora de la muerte, en el último combate (Diario, 161).

ORACIÓN: VIRGEN MARÍA MADRE MÍA



VIRGEN MARÍA, MADRE MÍA

Oh María, Madre y Señora mía. Te ofrezco mi alma ymi cuerpo, mi vida y mi muerte y todo lo que vendrá después de ella. Pongo todo en tus manos, oh mi Madre. Cubre mi alma con tu manto virginal y concédeme la gracia de la pureza de corazón, alma y cuerpo. Con tu poder defiéndeme de todo enemigo, especialmente de aquellos que esconden su malicia bajo una máscara de virtud. Oh Espléndida Azucena, Tú eres mi espejo, oh mi Madre (Diario, 79).

LETANÍA DE NUESTRA SEÑORA




LETANÍA DE NUESTRA SEÑORA

Señor, ten piedad de nosotros.
Cristo, ten piedad de nosotros.
Señor, ten piedad de nosotros,
Cristo, óyenos, Cristo, escúchanos.
Dios, Padre celestial, ten piedad de nosotros.
Dios Hijo, Redentor del mundo, ten piedad de nosotros.
Dios Espíritu Santo, ten piedad de nosotros.
Santa Trinidad, un solo Dios, ten piedad de nosotros.

Santa María – ruega por nosotros.
Santa Madre de Dios
Santa Virgen de las Vírgenes
Madre de Cristo
Madre de la Iglesia
Madre de la misericordia
Madre de la divina gracia
Madre purísima
Madre castísima
Madre virginal
Madre sin mancha de pecado
Madre inmaculada
Madre amable
Madre admirable
Madre del buen consejo
Madre del Creador
Madre del Salvador
Virgen prudentísima
Virgen digna de veneración
Virgen digna de alabanza
Virgen poderosa
Virgen clemente
Virgen fiel
Espejo de justicia
Trono de sabiduría
Causa de nuestra alegría
Vaso espiritual
Vaso digno de honor
Vaso insigne de devoción
Rosa mística
Torre de David
Torre de marfil
Casa de oro
Arca de la Alianza
Puerta del cielo
Estrella de la mañana
Salud de los enfermos
Refugio de los pecadores
Consuelo de los afligidos
Auxilio de los cristianos
Reina de los Ángeles
Reina de los Patriarcas
Reina de los Profetas
Reina de los Apóstoles
Reina de los Mártires
Reina de los Confesores
Reina de las Vírgenes
Reina de todos los santos
Reina concebida sin pecado original
Reina elevada al cielo
Reina del Santísimo Rosario
Reina de la Paz

Cordero de Dios que quitas los pecados del mundo, perdónanos, Señor.
Cordero de Dios que quitas los pecados del mundo, escúchanos, Señor.
Cordero de Dios que quitas los pecados del mundo, ten piedad de nosotros.

Sacerdote:
Ruega por nosotros Santa Madre de Dios.

Fieles:
Para que seamos dignos de alcanzar las promesas de nuestro Señor Jesucristo.

Oremos:
Señor, Dios nuestro, permite a tus siervos gozar de la duradera salud del alma y del cuerpo y por la intercesión de Nuestra Señora, siempre Virgen, líbranos de las aflicciones temporales y concédenos la bienaventuranza eterna. Por Cristo, nuestro Señor. Amén.

Bajo tu protección

Bajo tu protección nos acogemos Santa Madre de Dios. No deseches las súplicas que te dirigimos, antes bien líbranos de todo peligro, oh Virgen gloriosa y bendita. Oh Señora, Abogada, Mediadora nuestra, Socorro nuestro. Reconcílianos con tu Hijo, encomiéndanos a tu Hijo, confíanos a tu Hijo.

La oración de San Bernardo

Acuérdate, oh piadosísima Virgen, que jamás se ha oído decir que ninguno de los que han acudido a tu protección, implorando tu auxilio, reclamando tu asistencia, haya sido desamparado. Animado por esta confianza a ti acudo, Madre, Virgen de las Vírgenes, y gimiendo bajo el peso de mis pecados me atrevo a comparecer ante ti, Madre de Dios. No deseches mis súplicas, antes bien, escúchalas y acoge benignamente. Amén.


EL REZO DEL ROSARIO



El rezo del Rosario
Recemos el rosario todos los días

El rosario, en latín “rosarium” (de Rosa Mystica – Rosa Mística), es una oración vocal y mental que consiste en rezar el Padrenuestro y el Avemaría y meditar al mismo tiempo los misterios de la vida de Cristo y de su Madre. Todo el rosario son 200 Avemarías, es decir 20 misterios: 5 gozosos, 5 de luz, 5 dolorosos y 5 gloriosos. El rosario es una oración humilde de las personas sencillas y también educadas. Su rezo lo recomiendan especialmente los últimos papas: Pablo VI dijo que el rosario es “síntesis de todo el Evangelio, es una oración evangélica cuyo centro es la Encarnación salvadora, y en la que la repetición del saludo del ángel es una incesante alabanza de Cristo”. El rosario, con toda la sencillez de su forma, hace posible vivir en la oración los más grandes misterios del cristianismo.

MEDITACIONES DEL ROSARIO I

Oración preparatoria

Señor Jesucristo, venimos a ti para meditar, con este santo rosario, los misterios de tu amor misericordioso a los hombres, desde que fuiste concebido en el seno de María, tu Madre, hasta su Asunción. Haz que sepamos imitar mejor a ti y a tu Madre en manifestar misericordia a los demás y que confiemos con más fuerza en que por la intercesión de la Madre tuya y nuestra alcanzaremos lo que nos promete tu misericordia infinita. Tú que vives y reinas por los siglos de los siglos. Amén.

Meditando cada misterio hay que rezar: el Padrenuestro…, 10 Avemarías… y Gloria…


I PARTE – misterios gozosos

1. La anunciación a la Santísima Virgen María

“El ángel le dijo: No temas, María, porque has hallado gracia delante de Dios, y concebirás en tu seno y darás a luz un hijo, a quien pondrás por nombre Jesús. El será grande y llamado Hijo del Altísimo (…). Dijo María: He aquí a la sierva del Señor, hágase en mí según tu palabra” (Lc 1,30-32.38).

Oh Hijo de Dios, Tú, por misericordia a los pecadores, has aceptado tomar el cuerpo humano en el que ocultas tu majestad y omnipotencia. Siendo Dios sabes que la maldad de los hombres clavará este cuerpo a la cruz, sin embargo Tú, por amor a nosotros, te has encargado de cumplir la voluntad de tu Padre. Oh María, te agradecemos tu “fiat”, que abre el camino de nuestra salvación.

2. La visitación de Isabel

“En aquellos días se puso María en camino y con presteza fue a la montaña, a una ciudad de Judá y entró en casa de Zacarías y saludó a Isabel (…). María permaneció con ella como unos tres meses” (Lc 1,39-40.56).

María, vas a casa de tu prima Isabel. Recorres un camino largo y penoso y después te entregas a las obras de misericordia, sustituyendo a santa Isabel en sus quehaceres cotidianos. Alcánzanos los corazones grandes y atentos a todos los que esperan nuestra ayuda. Ayúdanos a que con nuestras vidas cantemos el gozoso Magníficat en honor de la Divina Misericordia que tú has cantado en casa de Isabel.

3. El nacimiento del Niño Jesús en Belén

“Estando allí se cumplieron los días de su parto, y dio a luz a su hijo primogénito, y le envolvió en pañales y le acostó en un pesebre, por no haber sitio para ellos en el mesón” (Lc 2,6-7).

Jesús, Salvador del mundo, acostado en un pobre pesebre de Belén, te damos gracias por haber venido al mundo para hacernos hijos de Dios. Junto con María y José, los ángeles y los pastores te adoramos y te glorificamos. Haz que tu pobreza y tu humillación no nos alejen de ti, sino que nos acerquen cada vez más y que nos hagan sensibles a las necesidades de nuestros pobres hermanos.

4. La presentación del Niño Jesús en el templo

“Simeón (…) dijo a María, su madre: Puesto está para caída y levantamiento de muchos en Israel y para signo de contradicción; y una espada atraversará tu alma para que se descubran los pensamientos de muchos corazones” (Lc 2,34-35).

Oh María, tú has llevado a tu Niño al templo y allí lo has consagrado a Dios. Las proféticas palabras de Simeón han herido tu corazó de madre y te han unido aún más a la obra salvífica de tu Hijo. Oh Madre de la Misericordia, enséñanos un magnánimo sacrificio en todas las causas grandes e importantes y ante todo en la salvación de las almas.

5. El Niño Jesús perdido y hallado en el templo

“Sus padres iban cada año a Jerusalén en la fiesta de la Pascua (…). Al volverse ellos, acabados los días, el niño Jesús se quedó en Jerusalén sin que sus padres lo echasen de ver. (…). Anduvieron camino de un día buscándole (…). Al cabo de tres días le hallaron en el templo, sentado en medio de los doctores, oyéndolos y preguntándoles” (Lc 2,41-46).

Oh María y San José, buscabais preocupados a vuestro Hijo durante tres días. Os alegrasteis grandemente al encontrarlo en el templo. Enseñadnos perseverancia en buscar y encontrar a Jesús en nuestra vida. Oh Jesús, enséñanos valorar más las cosas de Dios que los bienes de este mundo.


II PARTE – misterios de luz

1. El bautismo del Señor Jesús en el Jordán

“Aconteció, pues, cuando todo el pueblo se bautizaba, que, bautizado Jesús y orando, se abrió el cielo y descendió el Espíritu Santo en forma corporal, como una paloma, sobre El, y se dejó oír del cielo una voz: «Tú eres mi Hijo amado, en ti me complazco»” (Lc 3,21-22).

Oh Señor Jesucristo, Tu bautismo en el Jordán habla de la enorme gracia de la Divina misericordia que alcanzamos en el sacramento del santo Bautismo. Ella nos hace semejantes a Ti, pues nos hacemos hijos de Dios en quienes el Padre celestial tiene sus complacencias. Nuestras almas son moradas de Dios. Oh Jesús, profundiza en nosotros la conciencia de esta enorme gracia y haz que obremos siempre como hijos del Padre celestial.

2. Las bodas de Caná

“Al tercer día hubo una boda en Caná de Galilea, y estaba allí la Madre de Jesús. Fue invitado también Jesús con sus discípulos a la boda. No tenían vino, porque el vino de la boda se había acabado. En esto dijo la Madre de Jesús: No tienen vino. Díjole Jesús: Mujer, ?qué nos va a mí y a ti? (…) Dijo la Madre a los servidores: Haced lo que El os diga” (Jn 2,1-5).

Oh Jesús misericordioso, en Caná realizaste el primer milagro que reveló tu Divino poder. Lo hiciste a petición de tu Madre preocupada por los desposados. Ella nos instruye cómo cumplir todo lo que nos digas y para que puedas realizar muchos milagros en nuestra vida. Te pedimos, Señor, haz que, como María, veamos las necesidades del prójimo, te las presentemos con confianza y cumplamos tu voluntad confiadamente.

3. La predicación del Reino de Dios

“Jesús recorría ciudades y aldeas enseñando en sus sinagogas, predicando el evangelio del reino y curando toda enfermedad y toda dolencia. Viendo a la muchedumbre, se enterneció de compasión por ella, porque estaban fatigados y decaídos como ovejas sin pastor” (Mt 9,35-36).

Oh Señor Jesús, a través de tu vida, enseñanza y milagros revelaste de modo más completo el misterio de la misericordia de Dios. En Ti, Hijo de Dios, vemos al Padre rico en misericordia. Te rogamos, Señor, haz que al conocer este misterio y experimentar tu amor misericordioso proclamemos con nuestras vidas y palabras el mensaje de la Divina Misericordia al mundo.

4. La transfiguración en el Monte Tabor

“Aconteció (…) que, tomando a Pedro, a Juan y a Santiago, subió a un monte a orar. Mientras oraba, el aspecto de su rostro se transformó, su vestido se volvió blanco y resplandeciente. Y he aquí que dos varones hablaban con El, Moisés y Elías, que aparecían gloriosos y le hablaban de su partida, que había de cumplirse en Jerusalén” (Lc 9,28-31).

Oh Señor Jesús, para preparar a los discípulos a tu pasión y muerte, primero les manifestaste tu Divina majestad en el Monte Tabor. En tu misericordia fortalece también a nosotros, preparándonos a la experiencia de la cruz para transformar nuestra vida en misericordia.

5. La institución de la Eucaristía

“Mi Carne es verdadera comida y mi Sangre es verdadera bebida. El que come mi Carne y bebe mi Sangre está en Mí y Yo en él. (…) ste es el pan bajado del cielo; no como el pan que comieron los padres y murieron; él que come este pan vivirá para siempre (Jn 6,55-56.58).

Oh Jesús misericordioso, al instituir la Eucaristía nos permites participar en tu pasión, muerte y resurrección y además Te nos ofreces como alimento para fortalecernos en el camino hacia la casa del Padre y darnos la vida eterna. Seas adorado, oh Jesús, por el don de tu misericordia revelado en el sacramento de la Eucaristía. Haz que sepamos aprovechar este gran don de tu misericordia y nos hagamos pan para nuestros hermanos.


III Parte – MISTERIOS DOLOROSOS

1. La oración del Huerto

(Jesús) “puesto de rodillas oraba, diciendo: Padre, si quieres, aparta de mí este cáliz; pero no se haga mi voluntad, sino la tuya (…). Lleno de angustia, oraba con más instancia; y sudó como gruesas gotas de sangre, que corrían hasta la tierra” (Lc 22,41-44).

Oh Jesús misericordioso, sumergido en gran angustia orabas pidiendo al Padre que apartara de Ti el cáliz de tormento, si tal fuera su voluntad. Señor, enséñanos orar en cada circunstancia y especialmente en el sufrimiento así como acoger todo de la mano de Dios.

2. La flagelación de Jesús

(Pilato) “de nuevo salió a los judíos y les dijo: Yo no hallo en éste ningún delito (…). ¿Queréis, pues, que os suelte al rey de los judíos? Entonces de nuevo gritaron, diciendo: ¡No a éste, sino a Barrabás! Tomó entonces Pilato a Jesús y mandó azotarle” (Jn 18,38-40; 19,1).

Jesús misericordioso, en espíritu te miramos atado a la columna y azotado cruelmente por nuestros pecados. Ahora comprendemos que de las manos de Satanás no hemos sido rescatados ni con oro ni plata sino con tu preciosísima Sangre. Inmaculado Cordero, aumenta nuestras fuerzas para que podamos librarnos de la esclavitud de las pasiones y del pecado.

3. La coronación de espinas

Los soldados “tejiendo una corona de espinas, se la pusieron sobre la cabeza, y en la mano una caña; y doblando ante. El la rodilla, se burlaban diciendo: ¡Salve, rey de los judíos! Y esupiéndole, tomaban la caña y le herían con ella en la cabeza” (Mt 27,29-30).

Jesús misericordioso, ¡qué grande y cruel es la maldad del hombre! ¡qué incocebible es el misterio de pecado! El hombre ha levantado la mano contra Dios. La criatura – contra su Creador y Redentor.  Oh Señor Jesús, paciente, misericordioso y humilde. Amansa nuestra soberbia, nuestra malicia y nuestro deseo de maltratar a los que son más débiles; enséñanos la paciencia, la bondad y la humildad.

4. La cruz a cuestas hasta el Calvario

“Después de haberse divertido con El (…) le llevaron a crucificar. Al salir encontraron a un hombre de Cirene, de nombre Simón, al cual requirieron para que llevase la cruz” (Mt 27,29-30).

Oh Jesús que sufres, el hombre no te mostró ni siquiera un poquitín de misericordia: te condenó a muerte y cargó con la cruz que llevaste hasta el Calvario. Lo llevabas con dificultad, cayendo bajo su peso, sin embargo encontraste todavía un poco de fuerza para mirar a tu Madre amada, consolar a las mujeres de Jerusalén que lloraban y recompensar a la Verónica su obra de misericordia cumplida con valor. Está con nosotros siempre cuando nos agobie el peso de nuestras cruces.

5. La muerte de Jesús en la cruz

“Cuando llegaron al lugar llamado Calvario, le crucificaron allí, y a los dos malhechores, uno a la derecha y otro a la izquierda. Jesús decía: Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen (…). Era ya como la hora de sexta, y las tinieblas cubrieron toda la tierra hasta la hora de nona (…). Jesús, dando una gran voz, dijo: Padre, en tus manos entrego mi espíritu; y diciendo esto, expiró” (Lc 23,33-34.44-46).

Jesús misericordioso, en el mar de tormentos orabas por tus verdugos, al buen ladrón le has prometido el cielo y a nosotros nos has dado a María, como la Madre de la Misericordia. Tu pasión y tu muerte han quitado el pecado, han vencido a Satanás y han abierto las puertas del cielo. En la cruz has hecho la obra de Redención. ¡Gracias por todo esto! Junto a Ti y a tu Madre Dolorosa deseamos ir salvando el mundo pecador con la oración y el sacrificio para que domine plenamente en él el reino de tu misericordia.


IV Parte – misterios gloriosos

1. La Resurrección de Jesús

“El ángel, dirigiéndose a las mujeres, dijo: No temáis vosotras, pues sé que buscáis a Jesús el crucificado. No está aquí; ha resucitado, según lo había dicho. Venid y ved el sitio donde fue puesto. (…) Jesús les salió al encuentro diciéndoles: Salve. Al fin se manifestó a los once, estando recostados a la mesa, y les reprendió su incredulidad y dureza de corazón, por cuanto no habían creído a los que le habían visto resucitado de entre los muertos” (Mt 28,5-6.9; Mc 16,14).

Oh Jesús resucitado, tu triunfo sobre el pecado y la muerte es también nuestro triunfo sobre Satanás y la fragilidad de la vida. Tu alegría es también nuestra. Esta verdad nos arranca del entorpecimiento, anima la fe en el sentido del sufrimiento y en nuestra resurrección. Señor Jesús, estás de nuevo con nosotros, pero esta vez como el Vencedor de la muerte, del infierno y de Satanás.

2. La Ascensión de Jesús a los cielos

“El Señor Jesús, después de haber hablado con ellos (los Apóstoles), fue levantado a los cielos y está sentado a la derecha de Dios. Ellos se fueron, predicando por todas partes, cooperando con ellos el Señor y confirmando su palabra con las señales consiguientes” (Mc 16,19-20).

Señor Jesús, te has ido de este mundo para sentarte a la derecha del Padre, en su gloria. Nos has adelantado en ir a la Patria celestial para prepararnos el lugar de la bienaventuranza eterna. Llenos de confianza y gratitud alabamos tu misericordia infinita.

3. La efusión del Espíritu Santo

“Al cumplirse el día de Pentecostés, estando todos juntos en un lugar, se produjo de repente un ruido (…) que invadió toda la casa en que residían. Aparecieron, como divididas, lenguas de fuego, que se posaron sobre cada uno de ellos, quedando todos llenos del Espíritu Santo, y comenzaron a hablar en lenguas extrañas”. (Ap 2,1-4).

Señor Jesús, al irte de este mundo no nos has dejado huérfanos, sino que has enviado al Espíritu Consolador, al Espíritu de Verdad que nos guiará hacia “la verdad completa” (Jn 16,13). Permaneciendo junto a María, tu Madre, en la oración, te suplicamos los dones del Espíritu Santo para nosotros y para el mundo entero.

4. La Asunción de Nuestra Señora

“Todas las generaciones me llamarán bienaventurada, porque ha hecho en mí maravillas el Poderoso” (Lc 1,48-49).

“María, Inmaculada Madre de Dios y siempre Virgen, cumplido el curso de su vida terrena, fue llevada en cuerpo y alma a la gloria del cielo” (ver Pío XII).  Madre de Dios, tú primera alcanzaste la salvación y te hiciste la imagen de la Iglesia en la gloria. Eres una fuente de consuelo y un signo de esperanza para nosotros que peregrinamos a la Patria celestial. En tus manos, oh Madre de la Misericordia, ponemos nuestras almas y cuerpos para poder vivir con Dios por siempre.

5. La coronación de Nuestra Señora

“Nombrada Reina del cielo y de la tierra por el Señor, enaltecida por encima de todos los coros angélicos y jerarquías de los santos, estando a la derecha de su Hijo unigénito, nuestro Señor Jesucristo, con las súplicas de la madre intercede por nosotros poderosamente, alcanzando lo que desea y no puede quedar decepcionada” (ver Pío IX).

María, tú eres la Madre de Cristo, cuyo reino dura por la eternidad, por eso te mereces plenamente el título de la Reina y las coronas con las que el pueblo fiel ciñe tus imágenes. De una humilde sierva del Señor te has convertido en la Reina del universo, pero nosotros sabemos que tu cargo de Reina no consiste en reinar sino que en repartir las gracias de Dios y alcanzar la Divina Misericordia para el mundo. Nos unios a ti en esta oración, oh Reina nuestra y Madre de la Misericordia.

Al final: Bajo tu protección…
Bajo tu protección nos acogemos,
Santa Madre de Dios;
no deseches las súplicas que te dirigimos
en nuestras necesidades;
antes bien, líbranos siempre de todo peligro,
¡oh Virgen gloriosa y bendita!,
Amén


LA ORACIÓN DE LA BIENAVENTURADA MADRE MISERICORDIOSA




LA ORACIÓN DE LA BIENAVENTURADA
MADRE MISERICORDIOSA

Inmaculada Madre de Misericordia, a Ti acudimos y nos ponemos bajo Tu protección, para pedirte que, Tu que eres nuestra Madre, esté siempre con nosotros y formes nuestros corazones según el modelo de Tu Hijo. Nosotras, Tus hijas, deseamos estar a Tu servicio con toda nuestra vida, con fidelidad, en espíritu de humildad de de olvido de sí mismo. Aviva en nuestros corazones un amor fervoroso hacia Tu Hijo y hacia las almas que han sido redimidas con Su sangre. Que ninguna de nosotras dude en ofrecerse en sacrificio por la santa Iglesia, por el Santo Padre, la Patria y por las almas que nos han sido encomendadas. Madre de Misericordia, concede a nuestra Congregación numerosas y santas vocaciones, para que podamos proclamar la insondable misericordia de Dios, que derrama en el mundo, y Tu misericordia maternal, en la que esperamos encontrar apoyo a lo largo de la vida y en la hora de nuestra muerte. Amén.

ORACIÓN DE OFRECIMIENTO POR LOS PECADORES


ORACIÓN DE OFRECIMIENTO
POR LOS PECADORES

Ante el cielo y la tierra, ante todos los coros de los ángeles, ante la santísima Virgen María, ante todas las Potencias Celestes declaro a Dios, Uno y Trino, que hoy en unión con Jesucristo, Redentor de las almas, me ofrezco voluntariamente como víctima por la conversión de los pecadores y especialmente por las almas que  han perdido la esperanza en la Divina Misericordia.

 Este ofrecimiento consiste todos los sufrimientos, y los temores, y los miedos que llenan a los pecadores y en cambio les cedo todas las consolaciones que tengo en el alma, que provienen de mi comunión con Dios. En una palabra, les ofrezco todo: las Santas Misas, las Santas Comuniones, las penitencias, las mortificaciones, las plegarias.

No temo los golpes, los golpes de la Justicia de Dios, porque estoy unida a Jesús. Oh Dios mío, con esto deseo compensarte por las almas que no confían en Tu bondad. Contra toda esperanza confío en el mar de Tu misericordia.

Oh Señor y Dios mío, mi destino... mi destino para la eternidad, no pronuncio este acto de ofrecimiento basándome en mis propias fuerzas, sino en el poder que deriva de los méritos de Jesucristo. Este acto de ofrecimiento lo repetiré todos los días con la siguiente plegaria que Tú mismo me enseñaste, oh Jesús: Oh Sangre y Agua que brotaste del Corazón de Jesús, como Fuente de Misericordia para nosotros, en Ti confío.

Santa María Faustina del Santísimo Sacramento Jueves Santo, durante la Santa Misa,  29., 3 m., 1934 año (29 marzo 1934).




CORONILLA DE LA MADRE DE LA MISERICORDIA DIVINA



CORONILLA DE LA MADRE DE LA MISERICORDIA DIVINA
(Compuesta por tres decenas)

Al comienzo:
Dios te salve Reina, Madre de Misericordia, vida, dulzura y esperanza nuestra, Dios te salve. A ti llamamos los desterrados hijos de Eva. A ti suspiramos gimiendo y llorando en este valle de lágrimas. Sea, pues, Señora, abogada nuestra, vuelve a nosotros tus ojos misericordiosos y después de este destierro muéstranos a Jesús, fruto bendito de tu vientre. ¡Oh clementísima, oh piadosa, oh dulce Virgen María!

Al comienzo de cada decena:
María, Madre de la gracia y Madre de la Misericordia, protégenos de los enemigos y acógenos en la hora de la muerte.

En cada cuenta de la decena:
María, Madre de la Misericordia, alcánzanos la misericordia de tu Hijo.

Al final:
Madre misericordiosísima, nos abres tus brazos y tiendes las manos llenas de toda clase de gracias y dones. Tu corazón de madre desea colmarnos de todo lo que necesitamos. Animados por tu bondad, nos dirigimos a ti con confianza. onsíguenos, oh Madre, todo lo que necesitamos y, ante todo, haz con tu poderosa intercesión que guardemos la pureza y la inocencia, que cuidemos con fidelidad y perseverancia el amor de niños hacia ti y que llevemos en nuestros corazones la imagen del Corazón de tu Hijo. Que este Corazón nos proteja, guíe y lleve a la luz eterna. Amén.